segunda-feira, abril 07, 2014



 


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Recientemente, en el ambiente literario, la crítica ha cobrado más relevancia que cualquier otra discusión. Esto es sano, porque es necesario discutir lo que se lee y cómo se lee, y lejos de representar algo aburrido, destinado a un público especializado o de una élite, el cuestionamiento de la crítica literaria es un ejercicio eminentemente político porque explora la forma en que la gente o determinado grupo social se apropia de la literatura o de cierto tipo de literatura. Ya lo dijo Salvador Elizondo: “¿Quién puede negar que los más altos momentos de la literatura de todas las naciones coinciden con el ejercicio crítico más exhaustivo y con el análisis más agudo del fenómeno literario?”
Como una forma de aportación al debate, me permito aquí contestar preguntas que me han hecho o que he visto que son comunes en cuanto a la crítica literaria en México, tanto en las redes sociales —sobre todo en Twitter, donde las cosas están candentes— como en conversaciones de sobremesa. No pretendo menospreciar a ningún crítico, al contrario, tómese esto como una defensa de su oficio aunque no estén de acuerdo con mis respuestas.
 

 
¿Qué lugar ocupa la reseña en la crítica actual?
Ocupa el lugar más importante, pero no necesariamente el más ideal. Muchos me han preguntado la razón de mi desdén por la reseña. En primer lugar, no desdeño la reseña, pero no la considero la mejor forma de ejercer la crítica; al menos, cuando hablo sobre un libro, no me importa evaluar la obra, prefiero desarrollar una idea, ensayar, no “reseñar”. A más de ello, veo más vicios que virtudes en la reseña que se practica hoy en día. Me explico en las siguientes respuestas.
 
¿Qué es una reseña y cuando surge?
La reseña es algo muy nuevo en nuestra historia literaria, surgió con el desarrollo de los medios de comunicación impresos en el siglo xix —recomiendo la lectura de Benjamin en este sentido— y ha sustituido otras formas de interpretar la literatura. Antes la crítica se presentaba en forma de Cábala, interpretación de las escrituras, el diálogo (platónico), la glosa, el comentario, cartas e incluso traducciones —recordemos que Baudelaire introdujo en Francia a De Quincey a través de una traducción comentada en Les paradis artificiels—.
 
¿Por qué es tan común la reseña?
Lanzo una tesis (o disparo) al aire: porque la novela es el género más consumido en la actualidad y la reseña es su complemento; basta contar el número de reseñas dedicadas a la poesía o al teatro o al ensayo para no rebatir este punto. A pesar de ser un género que ha brindado páginas excelentes, en lugar de sustentarse en un modelo propio de expresión, la reseña se rige por valores ajenos a sus juicios estéticos: la periodicidad, la novedad y la ideología del director de la revista o periódico. ¿Cuántos casos de divergencias y censura hemos visto a lo largo de la historia entre críticos y directores de revistas?
Desde el momento en que la reseña da señas —resume, ofrece pistas, algo somero— de la novedad, ya existen limitaciones de interpretación o de juicio. Lo cual no está mal, pero si escribiera una reseña sobre El idiota de Dostoyevsky simplemente no me alcanzarían los caracteres para hablar de esa o cualquier otra obra clásica; además, ¿qué de nuevo se puede decir, en tres hojas, sobre Dostoyevsky, o Camus, o Woolf? Cualquiera de estos autores exige otro tono, otra longitud, una meditación y una lectura más profunda. Cuando escribimos sobre un autor(a) clásico, tendemos a interpretar; cuando reseñamos, especulamos: es posible que ni el reseñista ni el autor reseñado sobrevivan ni lleguen a la lista de lo mejor del año.
La reseña se traduce, en última instancia —y cualquiera que niegue ignora las manos negras que mueven el mercado editorial hispano—, en una ganancia para las editoriales. Lo que les importa es que se hable de sus libros, no importa si mal o bien, cualquier cosa vende; y como las editoriales, al menos las más prestigiosas, sólo están interesadas en publicar novela, el reseñista se limita a comentar lo que le paguen (ya sea por especie o monetariamente) para comentar. ¿Hasta qué grado entonces hay una libertad creativa en la reseña?
 
¿Qué hay de las polémicas surgidas a partir de las reseñas?
Todas son pertinentes, pero ¿cuánta trascendencia puede tener una polémica de ese tipo cuando, inmediatamente después, a la siguiente semana, urge hablar de la otra novela, de la otra novedad? La reseña es un medio que se beneficia de los medios electrónicos, donde la información fluye rápido y nada parece tener trascendencia.
 
¿La reseña, entonces, es nociva para la crítica?
En lo absoluto, simplemente es la forma como institucionalizamos la literatura, así como lo hicieron en otras épocas; sin embargo, ignorar los datos que acabo de nombrar nos ayuda a comprender las virtudes y desventajas de ese género. Yo no descalifico a los reseñistas, lo único que digo es que son necesarios más libros de crítica que reseñas que nos llevan, la mayoría de las veces, a ninguna parte o a la repetición hasta el cansancio sobre lo que se dice de una sola obra.
 
(...) 

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