Es interesante la novela que relata los hechos del monstruo de Frankenstein. Por lo general, cuando un monstruo rompe platos, hay cierta tendencia a atribuir esto al instinto destructor del monstruo. Pero la autora de dicha novela procede al contrario, y da la siguiente interpretación del tema: es que los platos son frágiles de por sí; y él, como monstruo, sólo pretendía acallar su soledad, pero era la fragilidad de sus víctimas la que inevitablemente lo convertía en un malhechor. Así las cosas, en este mundo hay seres frágiles, seres aplastables, seres combustibles, seres con posibilidad de sangrar, y de morir; y en tanto que existan tales seres, posibles víctimas de delitos, al monstruo no le queda otra opción que seguir cometiendo delitos sin fin. No hay nada por descubrir, ya de entrada, en la conducta del monstruo; pues realmente éste no consiste en otra cosa que en una mera invención que un día descubrieran sus víctimas.
 
— Fragmento de El rostro ajeno, Kôbô Abe
(retirado daqui)