quarta-feira, janeiro 13, 2010

Para ponernos nombre (1941)

Qué difícil va siendo amanecer unidos.

Álvaro Salvador


Sólo más tarde se darían cuenta
de que los dos buscaban una historia
no demasiado cerca del amor,
tal vez alguna excusa
para mirar los árboles de enero
temblando sobre el parque,
atravesar las calles
de una ciudad tomada por los himnos
y la ropa de invierno
o verse acompañados
—ilusionadamente—
sobre el cristal celeste de los escaparates.

Fue quizá que los tiempos
sólo hacían posible
para un viejo soldado de todas las derrotas
matar la soledad entre los brazos
de una joven cantante de revista.

Y eran tiempos difíciles.
Mientras recuperaban
su olor a gato sucio los tejados,
ellos
cruzaban la ciudad vestida de uniforme,
soportaban el paso marcial de la soberbia,
recorrían las calles por entre las calesas,
pacientes y humillados,
buscando una pensión.

Sólo la lluvia deja
una pasión equívoca
en el banco vacío de los enamorados,
sólo la lluvia olvida
mentiras de charol sobre las calles
y un amor diminuto en cada esquina
para el labio que aprende su canción.

Acaso
era también pasar al contraataque
fingir felicidad,
estar ficticiamente enamorados
en medio del invierno,
decir que nada importa porque seguimos vivos,
porque aquí están tus ojos a pesar de los humos,
hechos para el amor, curtidos por la historia,
llenos de gozo siempre a toda costa.

Sólo un poco más tarde,
cuando la brisa ciega del sesenta
les hizo descubrir que envejecían,
supieron que era hermoso atardecer unidos,
abrazarse debajo de todas sus banderas,
vivir la intimidad que la derrota impuso
no demasiado cerca del amor,
porque la vida
tan fiel como una hermosa melodía
acabó siempre por darles su razón.

- Luis García Montero

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